El pasado 6 de marzo, leí una nota de prensa del periódico El Deber en la que indicaba que Morgan Stanley, una importante entidad financiera que desarrolla sus actividades como banco de inversiones y agente de bolsa, había pronosticado que el precio del carbonato de litio caería hasta en 45% para el año 2021. Líneas más abajo observé, llamándome la atención, la cita de Juan Carlos Montenegro, gerente ejecutivo de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), quien indica que nuestro país está en condiciones de enfrentar cualquier caída de precios de este mineral.
Si bien es cierto que los precios del carbonato de litio han estado y siguen elevados, viéndose como muy positivo para la economía del país, es probable que esto sea nada más que un espejismo puesto que aún no se ha industrializado la producción. Esto significa que toda la venta del mineral corresponde a la producción en escalas menores, lo que a su vez significa, que comparando con las cantidades que se ofertan en el mercado mundial, nuestra producción es muy poco significativa y, por tanto, los ingresos al país lo son también. Entonces, en la situación que nos encontramos ahora, ¿realmente estamos en condiciones de enfrentar cualquier caída de precios de este mineral? Probablemente sí, y es porque realmente la producción y la venta no son significativos y se pronostica que la industrialización del mineral aún demorará.
En el caso de varios países de América Latina, incluido Bolivia, se han apoyado sobre modelos económicos basados en la extracción de recursos naturales destinados a la exportación como materia prima, estrategia conocida como “extractivista”. Sin embargo, en los últimos 15 años aproximadamente, los ingresos percibidos por dicha estrategia han servido para mejorar de forma importante las condiciones de vida de una parte notable de la población más desfavorecida (aunque no sin contradicciones ni dificultades) en lo que se ha denominado la estrategia de “neoextractivismo” (término establecido por Eduardo Gudynas); aunque los países estén conscientes de los costes sociales y ambientales asociados a esta práctica, se suele responder que el objetivo es “utilizar el extractivismo para salir del extractivismo”.
El Gobierno, desde el 2008, tiene el proyecto de la industrialización del litio en nuestro país con el reto de no reproducir el extractivismo histórico. Actualmente, ha cambiado la estrategia del proyecto inicial 100% estatal y busca socios para una empresa mixta. La preocupación es que, considerando que el mercado de litio es complejo, mientras más tardamos en dicha industrialización y seguimos con la producción en pequeñas escalas, vamos desperdiciando los precios elevados del carbonato de litio a nivel mundial y cuando probablemente contemos con la planta de industrialización y se obtengan mayores cantidades de producción, los precios pueden caer como dicen las predicciones. Y si el proyecto tarda más de lo esperado y, más aún, si no damos el salto tecnológico a las baterías de ion litio como se pretende, estaremos todavía estancados en un extractivismo salvaje dependiendo por completo de los hidrocarburos y minerales tradicionales, lo cuales, por su naturaleza, se acabarán en algún momento. Esto sólo nos recuerda la urgencia del cambio en la estructura económica del país y la urgencia de viabilizar la industrialización del litio que tanta ilusión nos genera.
Escrito por FATIMA ZAMBRANA A
FUENTE Los Tiempos
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