En la obra titulada “Money”, John Kenneth Galbraith explica que durante los últimos 4.000 años existió un acuerdo universal e internacionalmente aceptado de utilizar como dinero de intercambio de uno o varios de tres metales, a saber: oro, plata y cobre.
Los conquistadores españoles llegaron a estas tierras en busca de oro y plata y las ansias de conseguir los diferentes metales, fue así que desde el siglo XVI controlaron las reservas auríferas del mundo. En el siglo XIX, fueron los ingleses los que tenían en su poder las producciones de oro de Sudáfrica, Australia y Canadá y en consecuencia, el sistema monetario internacional. El pasado siglo XX, los Estados Unidos de Norteamérica, como dueño de la mayoría de reservas auríferas del planeta, llegó a ser la nación más poderosa en el campo económico, militar, político y hoy en día tecnológico.
En lo que va de este siglo XXI el precio internacional del oro llegó a nuevos máximos históricos de todos los tiempos con excepcionales récords en dólares por onza troy. Las máximas cotizaciones, de minerales y metales, nunca fueron tan amplificados en la historia. En lo que al oro y plata se refiere, en la actualidad, se negocia con una tendencia técnica al alza, donde los inversores califican como la mejor garantía a largo plazo, constituyéndose en la única moneda global.
Es importante analizar el por qué de este fenómeno de precios sin precedentes. La crisis económica financiera, que se produjo en Norteamérica y que después fue trasladándose a toda Europa y Asia, dio como resultado la desconfianza de los inversionistas por la poca solidez de las monedas. Consecuentemente, esto creó un gran nivel de incertidumbre en torno a la economía. Desde 2008 aparece el oro y la plata como minerales refugio.
La gran diferencia entre la economía de Estados Unidos y el resto del mundo es el temor de una recaída en la recesión económica, como emergencia de la fuerte caída de los precios del petróleo. Esto ha servido como argumento para los que tienen un panorama alcista de los precios del oro. Las preocupaciones sobre un crecimiento económico lento han aumentado el apetito de los inversionistas de oro como refugio frente a la incertidumbre de los mercados en general.
Si los Bancos Centrales están comprando oro para diversificar sus reservas es una señal de que los inversores deben mantener posiciones largas de oro y cortas del dólar. En otros términos, no hay manera de desear vender oro. Un debilitamiento adicional del dólar podría alimentar nuevas compras de metales preciosos, pues los fondos se vuelcan a activos reales como alternativa a las monedas. Muchos inversores sostienen que el doble rol del lingote como divisa y activo, lo transforma en una compra casi irresistible en los próximos años.
En lo que corresponde a nuestro país, se debe afirmar que nunca hemos tenido una estadística y menos una idea adecuada sobre la producción del oro. Antes de 1952, la Empresa Aramayo Mines explotaba toda la zona de Tipuani, caracterizada como una de las provincias metalogenéticas más ricas en la explotación del metal de la codicia. Luego fue la South American Placers, en Teoponte. Posteriormente, fue el Banco Minero de Bolivia que rescataba y comercializaba el oro, donde tampoco se tuvo una estadística adecuada sobre esta producción. Hoy en día el tema es peor, a cargo de las cooperativas mineras auríferas que se demuestra que no existe una real declaración sobre la producción y la exportación.
Por último, la creación de la Empresa Boliviana del Oro, EBO, con el propósito seguramente de incentivar el desarrollo minero de la explotación del metal de la codicia fue otro fracaso con el que lamentablemente volvemos al pasado, con la manía de formar empresas del hierro, del oro y así sucesivamente, entes con tanta duplicidad de esfuerzos humanos y económicos.
FORMATO Los Tiempos
Comentarios
Publicar un comentario